El zen


Zen

El karate se aleja mucho de ser un medio para hacer daño al contrario, pues fue concebido como fórmula defensiva y no de ataque, sin embargo supone un camino para lograr un equilibrio espiritual, serenidad, una gran confianza en sí mismo sin caer en la prepotencia, y la paz interior que tanto necesitamos.

El karateka debe concentrar su energía y su mente en el momento presente. En la lucha debe dejar a un lado la tensión para observar a su oponente y a sí mismo antes de hacer un ataque contundente. El enemigo es un complemento de nosotros mismos y conviene conocer sus puntos débiles y fuertes, como se mueve y a que ritmo, para transformar sus ataques y su fuerza en la nuestra y vencerle. Muchas veces un momento de inactividad nos ofrece el marco idóneo para visualizar nuestra defensa o nuestro ataque próximo con mayor eficacia. La concentración de la energía es conocida en karate como kime y sin ella este arte marcial no deja de parecerse a un baile donde únicamente nos preocupamos de movernos bien.

Cuando el karateka se convierte en un guerrero zen recorriendo el camino de forma seria y disciplinada poco a poco va alcanzando un fortalecimiento de su cuerpo, mente y alma y cuando llega a la maestría llega a actuar muchas veces impulsivamente, de forma inconsciente, ante cualquier ataque, la mente fluye y actúa sin pensar en lo que los japoneses llaman mushin.

Los monjes viajaban a China muchas veces para recibir nuevas enseñanzas y adaptarlas luego a la cultura japonesa, así llegó la tradición Chàn a Japón convirtiéndose en la Zen japonesa. El monje japonés Bodhidharma o Daruma fue el primero que aplicó el zen a las artes marciales.


Bodhidharma

El zen es una forma de interpretar la realidad que trata de evitar al hombre el sufrimiento de la existencia, ya que este siempre tiene ambiciones o sueños de los cuales debe liberarse.

La doctrina zen enseña la simplicidad y la sencillez, la riqueza del vacío, la inexistencia de un principio y un fin, la posibilidad de hallarlo todo al perder todo, experimentar la realidad tal como es y no como nos gustaría que fuese.

Según el zen la posesión crea conmoción provocada por la ansiedad que hace nacer en el hombre. La frustración de un deseo reprimido crea ansiedad. Se debe detener el intelecto y la imaginación para poder experimentar las realidades concretas como son realmente.

Para el zen vaciarse significa darse cuenta de que realmente no se tiene nada y que nunca se ha tenido nada. Nada que ganar y nada que perder, nada que dar y nada que recibir; ser exactamente así de pobre y sin embargo ser rico en posibilidades inagotables. Ese estado de desprendimiento y ausencia de deseos es a la vez espiritual y psicológico.

El zen rechaza todas las escrituras y opiniones de otros en beneficio o preferencia de la experiencia personal. También rechaza las actitudes excesivamente reverentes ante los temas sagrados.

Al vivir en la espontaneidad, en la naturalidad, de nada sirven los dogmas y las teorías. Objetivar, cosificar, conceptualizar la realidad es la pretensión obsesiva que persigue el conocimiento convencional del hombre de occidente. Liberarse del yugo de los "conceptos". Destruir las rígidas formas del pensamiento con el que intentamos poseer la vida. Todo lo que se presenta frente a él, ya sea divino o humano ha de ser clasificado y encapsulado dentro de una definición rígida e inamovible. De esta forma nos formamos ideas, creencias, deseos y aversiones todas ellas ficticias, ajenas al mundo verdadero de la realidad presente y siempre cambiante. Pasamos la mayor parte de nuestra vida tratando de responder a lo que se espera de nosotros y que nos da unas características que en conjunto llamamos personalidad, pero la verdadera personalidad está debajo de esa máscara artificial.

El zen trata de conseguir vivir en la verdadera realidad, y para ello crea a su alrededor un clima o atmósfera para alcanzar la iluminación. El zen persigue la aniquilación del orgullo, la vanidad, la obsesión, la susceptibilidad y la excesiva animosidad, detesta el egoísmo y la autoglorificación.

El zen destierra todas las obsesiones que continuamente nos crispan, paralizan y absorben nuestra energía. En el misterio de la paz interior no se puede entrar racionalmente, con la lógica. Lo que cuenta no es lo que hacemos sino como lo hacemos.

La vida zen es renunciar al utópico y obsesivo perfeccionamiento, es no preocuparse sino por lo que se tiene entre manos, sin más ilusión que la de deleitarse en el perfume de una flor o el de una mujer que pasa junto a nosotros, en la contemplación de una obra de arte o en el crujido de una manzana partida entre los dientes.


Samuráis

La filosofía zen se convirtió en la guía espiritual de los samuráis. Sus comportamientos eran regidos por un estricto código de honor, el bushido o tao del guerrero, muy influenciado por el zen. El bushido de los samuráis es la adaptación del zen al arte militar que aún perdura reflejado en las artes marciales, riquísima fuente de inspiración sobre toda la vida japonesa. Todas las artes marciales que constituyen el budo contienen un fin espiritual. El ejercicio correcto a través del entrenamiento corporal lleva a la madurez espiritual con el sacrificio.

El zen es una vivencia y no una doctrina, por tanto exige una aproximación basada casi exclusivamente en la práctica. Posturas, ritmos del cuerpo y de la mente sirven de ayuda para alcanzar una actitud más integradora con el zen. Una vida dedicada, por paradójico que parezca, a la búsqueda de un fin está vacía de todo contenido; es una persecución incesante que falla siempre. Solo cuando no hay fin ni prisa quedan los sentidos humanos solamente disponibles para recibir el mundo.

Al laico no se le exigen especiales renuncias, no se le imponen prácticas morales, tan sólo se le orienta ayudando mediante tres ámbitos: El "zazen" o meditación sentada, el "gedo" que comprende las artes tradicionales como la ceremonia del té, los arreglos florales, los dibujos, etc y el "budo" que comprende las prácticas de las artes marciales, el tiro al arco, el kendo o esgrima, el aikido y el judo. 


Posicion zazen

El zazen o meditación sentada trata de hacer transcurrir el tiempo sin ninguna intención. La contemplación sentada ayudada por una serie de posturas observadas llamadas asanas que persiguen la imperturbabilidad de la esencia de la mente, lograr la pureza de la mente, la concentración sin pensamientos, vacía de toda intención, intentando no pensar en nada. Al contrario que en la meditación yoga donde se intenta concentrarse fija e intensamente en un objeto o en algo concreto, el zen trata de expulsar cualquier pensamiento de la mente.

El zazen trata de desembarazarse de todo tipo de pensamientos, imágenes y propósitos. Eliminar las distracciones (ruidos, olores, frío, calor, etc) , todos los estímulos sensitivos, las preocupaciones, deseos y temores que ascienden del subconsciente con el fin de encontrar el vacío. Desterrar las sensaciones somáticas desagradables, pensamientos encadenados unos con otros que nos embargan confundiéndonos y haciendo nacer el sufrimiento. 


Posición de seiza

La posición seiza es una variación japonesa de la posición zazen que persigue el mismo objetivo. Seiza se escribe con dos caracteres chinos el primero "sei" quiere decir "apropiado, verdadero" el carácter "za" quiere decir "postura para sentarse" o sea que "seiza" quiere decir "sentarse apropiadamente". Permite formar un triangulo al sentarse con las rodillas y la base de la columna, pero el centro de gravedad está un poco mas alto que al sentarse en medio loto o loto completo. Cuando nos colocamos en el dojo en posición seiza dejamos las palmas de las manos sobre nuestras rodillas relajadas y  cuando el sensei da la orden para el comienzo de la meditación colocamos las manos en hokkai join, postura del mudra cósmico o del buda, situando ambas manos sobre el regazo delante del hara, donde sentimos las emociones, con las puntas de los pulgares, que están relacionadas con los dos hemisferios del cerebro, tocándose, y las palmas de las manos hacia arriba en forma de cuenco, simbolizando la sencillez y limpieza interior. 

Hokkai join elimina el estrés y la presión mental, procura paz a nuestros pensamientos y elimina los que nos hacen daño, limpia y renueva la energía emocional, despierta la sabiduría y nos conecta con nuestra propia divinidad. Esta indicado especialmente para no pensar en nada y para ayudarnos a superar un mal momento emocional.


Hokkai join  

Todos los pensamientos no son más que un ir y venir vacío, sin substancia concreta, condenados a desaparecer en cada instante. Este sistema de meditación zen se enfoca como un descanso, muy útil para encontrar el ritmo vital o para recuperarlo. 

La respiración es un medio de contacto con la energía cósmica denominado en sánscrito prana y en japonés ki  (aliento, vitalidad) que inunda el cosmos y mantiene la vida. El ki es la energía dinamizadora que disfruta de niveles, muy superiores a la fuerza física.

El ki es captado a través de los ejercicios de la respiración y sirve para construir todo el proceso de cambio espiritual en el camino del zen. La respiración en oriente se diferencia sustancialmente de la de occidente en que la primera es abdominal y la última torácica. La respiración oriental es refleja y pasiva, abandonándose y dejando que sea el aliento el que marque el ritmo de respiración.


Ki

En los centros budistas de todo el mundo se practican unos cánticos de alta energía llamados mantras, acompañados de tambores, panderetas, cacerolas, moktaks (gongs), campanas y otros instrumentos, son una especie de cancioncillas repetidas sucesivamente.

El mantra protege la mente, facilitándole una palabra con completa connotaciones como una alternativa a las dolorosas asociaciones que se adueñan de la mente de las personas. Trata de expulsar de nuestra mente las corrientes mecánicas de asociaciones y relaciones que nos alejan de la visión global, totalizadora de la realidad.